Estamos expuestos a una sobredosis de información constante. Una cantidad tal que se hace difícil administrarla, digerirla, evaluarla y utilizarla. Tenemos la sensación de que nuestra cabeza sabe demasiado pero aplicamos muy poco de lo que sabemos. El tiempo y la energía que disponemos es limitado.
¿Cómo identificar la información relevante de la superficial? ¿Cómo establecer jerarquías de calidad y entonces aprovecharla de un modo contundente?
Como escribió T.S. Eliot en “Choruses from the Rock”, un “ciclo interminable” que reporta “conocimiento de palabras e ignorancia de la Palabra”, en lo cual “la sabiduría” se “pierde en el conocimiento” y el “conocimiento” se “pierde en la información”.
¿Quiénes de nosotros se consideraría mucho más culto de lo que han sido muchos de nuestros próceres, a pesar de tener mucha más información de la que ellos tuvieron?. La gran diferencia siempre es la calidad por sobre la cantidad. Lo que hacemos con lo que sabemos más que lo que sabemos. El empleo juicioso e inspirado de la información es más valioso que la cantidad de información de la que hagamos acopio pensando en el día en que la usaremos.
Necesitamos horas de tranquilidad y meditación al intentar transformar la información en conocimiento y el conocimiento maduro en sabiduría.